Amoris Laetitia, Capítulo 2

Amoris Laetitia, Capítulo 2

Amoris Laetitia, Capítulo 2

(Elena Izquierdo, en Madrid el 21 de febrero de 2022)

1.-Situación actual de la familia

El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia.

Ni la sociedad en que vivimos ni aquella hacia la que caminamos permiten la pervivencia indiscriminada de formas y modelos del pasado. Se detecta un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. El ritmo de vida actual, el estrés, la organización social y laboral, son factores culturales que ponen en riesgo la posibilidad de opciones permanentes

Existe el peligro de entender la familia como un lugar de paso al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo, o donde uno va a reclamar derechos, mientras los vínculos quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias. El ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad

Síntomas de la “cultura de la provisorio”: la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Rechazan el ideal de envejecer juntos cuidándose y sosteniéndose

Los cristianos tenemos que presentar las razones para optar por el matrimonio y la familia

Con frecuencia presentamos inadecuadamente el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua. No acompañamos a los nuevos matrimonios en sus primeros años. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.

 La Iglesia tiene que ofrecer espacios de acompañamiento y asesoramiento sobre cuestiones relacionadas con el crecimiento del amor, la superación de los conflictos o la educación de los hijos. El ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad

La iglesia tiene que apostar por una pastoral positiva, acogedora para mostrar caminos de felicidad.

Hay que invitar a los jóvenes a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio.  

Hay miedo: muchos jóvenes tienen miedo a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Muchos a menudo son llevados a posponer la boda por problemas de tipo económico, laboral o de estudio o por otras razones, como la influencia de las ideologías que desvalorizan el matrimonio y la familia, la experiencia del fracaso de otras parejas a la cual ellos no quieren exponerse. El ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad

Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.

El descenso demográfico. Ante la pobreza de la soledad en la que las familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca atención de las instituciones hay que ayudar a formar una familia y el Estado tiene la responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia.

 La explotación sexual de la infancia. . El abuso sexual de los niños

Ayuda a las familias con  personas con discapacidad

Ayuda a las familias que cuidan de los ancianos y a los enfermos.

Ayuda a las personas más necesitadas. La Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios.

 El acompañamiento de los migrantes exige una pastoral específica, dirigida tanto a las familias que emigran como a los miembros de los núcleos familiares que permanecen en los lugares de origen. Esto se debe llevar a cabo respetando sus culturas, la formación religiosa y humana de la que provienen

2.-Desafíos de la familia

La función educativa se ve dificultada porque los padres llegan a su casa cansados y sin ganas de conversar, en muchas familias ya ni siquiera existe el hábito de comer juntos. Esto dificulta la transmisión de la fe de padres a hijos. Algunas familias suelen estar enfermas por una enorme ansiedad. Parece haber más preocupación por prevenir problemas futuros que por compartir el presente. Esto, que es una cuestión cultural, se agrava debido a un futuro profesional incierto, a la inseguridad económica, o al temor por el porvenir de los hijos.

La familia que está en riesgo (drogodependencia, alcoholismo, juego, etc.) pierde la capacidad de prevención y de ayudar a sus miembros. Hay tristes situaciones de violencia familiar

La legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras.

En el reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan de erradicar costumbres inaceptables: la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal; la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones. La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad. Admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos.

El varón juega un papel igualmente decisivo en la vida familiar. Su ausencia puede ser física, afectiva, cognitiva y espiritual. Esta carencia priva a los niños de un modelo apropiado de conducta paterna.

La ideología de género, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. No hay que ignorar que el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar. Por otra parte, la revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer.

Muchas familias viven en el amor realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino. Las realidades que nos preocupan son desafíos.