En diálogo con Jesús

En diálogo con Jesús

Tú eres misericordia y bondad ofrecidas a cada ser humano.

Y, ante tanta grandeza, reconocemos nuestra indigencia, nuestro barro y nuestra condición de pecadores.

Sabemos que tú comprendes nuestra fragilidad, nuestros fallos, nuestras caídas; porque quisiste hacerte hermano nuestro pasando por uno de tantos, para devolvernos la dignidad perdida.

Por eso, mira nuestra tristeza, devuélvenos el gozo y la alegría y líbranos de tantas redes como nos acechan.

Crea en nosotros un corazón puro y sincero y fortalécenos con la fuerza de tu Espíritu.

Para poder sentarnos en la mesa festiva del Padre, sentir su cálido abrazo y recibir la gracia de su perdón.

1.- Esta semana, la liturgia –por medio del evangelio de Juan– nos presenta a Nicodemo en diálogo con Jesús, para mostrarnos la apertura, la hondura y la grandeza del amor de Dios.

Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín, del cual se añade que era –principal entre los judíos–. Pero a Nicodemo le asombraban los milagros que hacía Jesús, las cosas que decía, la manera de comportarse… y lleno de intriga, una noche decide ir a verle. En el dialogo con Jesús, nota que sus palabras le queman el alma, pero él es un fariseo convencido y no puede renegar a ello, aunque Jesús tenga hacia Él una atracción que nunca antes había sentido.

Y es por esto, por lo que decide seguirlo en la opacidad y seguir viéndolo de noche.

  • Y nosotros ¿buscamos a Jesús como Nicodemo?
  • ¿Deseamos dialogar con Él?

2.- Precisamente, uno de esos diálogos es el que se nos presenta en este cuarto domingo de cuaresma.

Jesús le dice a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”. Jesús acaba de revelarle lo que va a ocurrir, pero Nicodemo no entiende nada.

Jesús se da cuenta de que no lo ha entendido y –vuelve al antiguo Testamento– para hacerle ver como los judíos, cansados de tantas tribulaciones, comenzaron a murmurar contra Dios y como Dios permite que el pueblo se llene de serpientes.

Sin embargo, lo que Jesús quiere mostrarle es la compasión de Dios –como signo de su corazón– de ahí que le diga que, al interceder Moisés por ellos, Dios se conmueve y les manda la solución. “Levantad la serpiente en el desierto”.

Pero, esto que Nicodemo no puede entender, para nosotros es fácil; nosotros lo vemos con ojos resucitados; nosotros sabemos cómo Jesús es elevado en la Cruz para la salvación de todos. Como Jesús, no da a la Cruz ese aspecto doloroso que nosotros le damos, sino que nos la muestra como comienzo de glorificación.

Nosotros conocemos sus palabras: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.  Porque la elevación de Cristo es el comienzo de su victoria.

Ahora nos llegan días en que vamos a contemplar cara a cara la Cruz, mirémosla sin bajar los ojos, ella es el signo más grande de amor que hayamos podido ver. Ella es signo de victoria, es la esencia del Misterio Pascual.

  • Y yo ¿cómo veo la Cruz de Jesús?
  • Y la mía ¿cómo la veo y cómo la llevo?
  • ¿Realmente veo en ella la esencia del Misterio Pascual?

3.- En estos diálogos que Jesús y Nicodemo mantuvieron en la noche, Nicodemo advierte cómo la Luz de Dios va penetrando esas regiones oscuras que todavía llenaban su alma.

Nicodemo, se da cuenta de que Jesús no era “uno más”; se da cuenta de que con su valor sería capaz de cambiar el mundo y le admiraba tanto que incluso intentó por todos los medios salvarle la vida, pero tuvo que rendirse ante el Sanedrín.

Sin embargo, al verlo elevarse en la Cruz, recordó lo que Jesús le había dicho aquella noche y dejando atrás los miramientos y los miedos, llegó a los pies, de esa cruz que no pudo evitarle. Pero no pudo soportar verlo colgado, quería que tuviera una sepultura digna como la de un rey, porque él sabía que Jesús era Rey y junto con su amigo José de Arimatea –con el que coincidía buscándolo en la noche– esperaron la resurrección.

  • En mis diálogos con Jesús, cuando hago oración, ¿noto que la Luz de Dios, va iluminando las regiones oscuras de mi vida?
  • ¿Qué efectos produce en mí su Palabra? 

Desde hoy cuando comulguemos, tomaremos conciencia de que vamos a recibir el Cuerpo de Dios inmolado.

Dejémonos, como Nicodemo, penetrar de su Luz. Dejemos que ilumine todas las zonas oscuras que nos habitan.

Dejemos… que, esa Luz nos alerte de que, realmente:

Sólo Él, tiene todo el poder y la gloria.

Julia Merodio