En el mes de julio 10 voluntarios de Madrid partimos para Panamá con mucha ilusión y cierta inquietud ante una realidad desconocida. Todos teníamos relación con el colegio Valdeluz y la parroquia Santa María de la Esperanza: cinco profesoras, 4 jóvenes de la parroquia y José María Martín (Chema), sacerdote agustino. Podemos decir que ha sido una experiencia maravillosa y gratificante. Es mucho más lo que hemos aprendido y recibido que lo que hayamos podido dar.
Desde nuestra llegada fuimos acogidos generosamente por la comunidad agustina de Tolé, formada por los PP. Higinio, Roberto, Anel y Fabián. Fue este último, zamorano de nacimiento, quien nos recibió al bajar del autobús que nos trasladó de Panamá capital a Tolé. Desde el principio pudimos comprobar que la inculturación en él había sido profunda, pues hablaba como un habitante más de la comarca de Chiriquí. La comunidad religiosa, con el párroco, P. Higinio al frente, nos abrió las puertas de su casa de par en par.
Tras planificar con el P. Higinio el plan de trabajo de nuestra estancia, nos dividimos en dos grupos de 5 personas: un grupo permanecería en Tolé la primera semana y el otro grupo subiría a Llano Ñopo, para intercambiarnos la siguiente semana. Nuestra llegada a Tolé coincidió con la de 3 hermanas guatemaltecas de la “Congregación de Marta y María”. Venían a continuar la encomiable labor realizada durante muchos años en Llano Ñopo por las “Hermanas de la Madre Laura”. Monseñor José Luis Lacunza, obispo de David presidió la eucaristía de bienvenida de las hermanas en la capilla de Llano Ñopo. Al cruzar el puente del P. Moisés nos invadió una profunda emoción. Allí paramos para hacer una oración de agradecimiento a Dios por su vida entregada.
Llano Ñopo, un lugar de encanto
Llano Ñopo se encuentra en la serranía del río Tabasará, en plena zona de la Comarca Ngábe- Buglé. Allí la mayoría de sus habitantes son indígenas guaymíes, aunque también hay latinos. Es el último paraje al cuál se puede llegar con “carro”. Debido a esto, muchas gentes de las comunidades vecinas bajan a este lugar para proveerse de alimentos y mercancías transportadas en dichos carros. Durante estos días vimos que trasladaban también tejados de cinc. Llama la atención nada más llegar el numeroso grupo de niños que hay en todas las comunidades que visitamos.
Veintisiete años después de la muerte del P. Moisés al cruzar las crecidas aguas del rio Tabasará cerca de la comunidad de LLano Ñopo, los agustinos quisieron rendirle homenaje construyendo en esa misma comunidad de la comarca Ngöbe Buglé una residencia que lleva su nombre. La idea surge de los padres agustinos, que ven cómo el colegio de esta comunidad va creciendo y no hay lugar para que los estudiantes puedan hospedarse con garantías de una buena alimentación y seguridad para sus pertenencias. En el 2006 los moradores de Llano Ñopo donan 1/2 hectárea para tal fin. El P. Luis Fran, comienza las primeras obras, que ahora completan Roberto Carpintero y Fabián Cerezal. Actualmente viven en ella, de domingo a viernes, 35 estudiantes.
Los estudiantes de la Residencia colaboran en todo tipo de trabajo: acarrean ladrillos, ayudan en la construcción de letrinas, cortan el césped, pintan, cuidan de la pequeña granja etc. Por la noche tuvimos la oportunidad de prestarles apoyo escolar. Durante la estancia en Llano Ñopo visitamos la escuela de la comunidad, compartimos con los niños la importancia del trabajo en equipo y el valor de la amistad. Al principio los niños se muestran tímidos, pero a medida que te acercas a ellos se abren y te muestran su confianza. Todo termina con unos juegos y la gran sorpresa de la piñata. Por la tarde visitamos a varias familias, que nos abrieron sus casas y nos invitaron a tomar un café, un poco de arroz, bebida de avena, o lo que tuvieran….. Había oído decir que los que tienen poco son más generosos que los que les sobra de todo y aquí tuve la posibilidad de experimentarlo.
Acogida en las comunidades
Desde Tolé visitamos diversas escuelas y comunidades: Llano Culebra, Alto Caballero, Cerro Viejo, Algodón y Chichica, Conejo, Alto Ciénaga…. Lo primero que hacíamos era desarrollar el taller que teníamos preparado. Nos impresionó el trato amable que recibimos de los directores y profesores de las escuelas y las facilidades que nos dieron en todo momento. Incluso cuando les preguntábamos si podíamos celebrar la Eucaristía su respuesta inmediata era: “¡Cómo no!”. A la Eucaristía también acudían personas adultas de la comunidad. En Chichica, durante el fin de semana, pudimos comprobar la vitalidad y la fe de esta comunidad. Por la tarde desarrollamos unos juegos con los niños y tuvimos una Celebración de la Palabra con los jóvenes. Por la noche dormimos en los locales de la capilla, que se encuentra en remodelación y ampliación. Nos hablaron del encuentro juvenil que se celebra allí todos los años. Mientras tanto, el otro grupo estuvo en Alto Tugrí, que tiene un encanto especial con la cabaña de los voluntarios y la pequeña iglesia de madera. Cuando fuimos a buscarles parecía que estábamos en lo alto de una montaña española. Incluso hacía frío…..Con la comunidad rezaron el Rosario y tuvieron Celebración de la Palabra.
Son muchos los nombres que han quedado grabados en nuestro corazón para siempre: Rafa, Cecilia y Nikito, Ladislao, Sebastián, Cristóbal, Esperanzo, Santa y otros muchos….. Es encomiable la labor de los Delegados de la Palabra y los catequistas, que mantienen viva la fe en la comunidad. Todos los meses acuden a Tolé para recibir la formación necesaria, que junto al “Pan de la Palabra”, les ayuda a dar la catequesis semanal. También vimos cómo se imparte catequesis a los niños y a los jóvenes, antes o después de la Eucaristía.
La obra social realizada por los agustinos
Hemos comprobado la inmensa labor desarrollada por los padres agustinos y las hermanas “lauritas” a lo largo de casi 50 años. Han conseguido que llegue la carretera a lugares muy apartados, la canalización del agua, la instalación del centro de salud, la creación de las residencias de Estudiantes RESA y Padre Moisés, la creación de casas de acogida para aquellos que van de paso, la edificación de capillas en todas las comunidades….. El centro de costura de mujeres nos pareció que era una obra muy buena para dignificar el trabajo de la mujer. Nos proporcionaron chákaras y otros bellos recuerdos. Y sobre todo, resaltamos la presencia, apoyo y respeto de los misioneros a la cultura del pueblo Ngábe- Buglé. En las comunidades recuerdan con cariño a los primeros misioneros como Julio de la Calle, Francisco Galende, Francisco Iturbe, Ramón Villacorta, José Majadas, José Laín, Angel Jorge. También recuerdan a otros posteriores, Jesús Torres, Francisco Partida, Luis Francisco Andrés…..Todo el mundo recuerda al P. Moisés González, cuyos restos reposan en la parroquia de Tolé y cuya causa de beatificación está ya abierta. Ahora los tiempos han cambiado, pues ya se puede llegar en carro a muchos sitios. Por cierto, ¡menudo susto se llevaban los voluntarios con las bromas de Fray Fabián bajando en el carro desde Llano Ñopo!
En el centro misional San José Obrero está la Residencia de Estudiantes San Agustín de Tolé (RESA). Fue fundada hace ya 40 años. Allí 105 chicos y chicas tienen la oportunidad de estudiar, pues de lo contrario tendrían que recorrer varias horas de camino cada día para llegar al colegio de Tolé. Carmen, su atenta directora, nos explicó con toda amabilidad cómo los niños colaboran en las labores domésticas. Tienen una pequeña biblioteca, sala de informática, comedor y dormitorios. Un día celebramos la Eucaristía con ellos. Pudimos comprobar que en Panamá también el fútbol es el deporte rey, pero allí los campos son de hierba natural, pue no hubo un solo día en que no cayera una tormenta. Nos decían que estábamos en invierno, pero cuando llega diciembre ya no llueve apenas… En la visita a las casas nos encontramos con personas agradecidas que habían estudiado en RESA. Algunos han llegado a la universidad e incluso son hoy día agustinos, como los PP. Anel o Roberto.
Nuestro agradecimiento por todo lo que nos han enseñado
Lo que más nos ha impresionado es la fe en Dios de las personas sencillas que visitamos en su casa, la manera en que nos acogieron, su bondad, cómo repartían y pedían “bendiciones”. Los momentos difíciles, como la subida andando por el escarpado camino que va de Llano Ñopo a Alto Ciénaga, nos hicieron más fuertes. En la evaluación final todos los voluntarios resaltaban el acompañamiento constante del P. Higinio y Fray Fabián, su continua preocupación para que en todo momento nos sintiéramos bien y su sana alegría y sonrisa permanente, que nacen de los corazones puros.
A nivel de grupo hubo una buena cohesión entre nosotros, cada uno dio lo que pudo según sus posibilidades y siempre respetamos el ritmo de cada uno. Quizá nos faltó más tiempo para integrarnos en las comunidades y acompañar más a las personas y a los niños de las residencias. Llevamos para allá cartas y saludos de los niños del colegio Valdeluz que colaboran con las becas de RESA y nos traemos también para España sus saludos y hermosos trabajos y cartas. Así el hermanamiento resulta mucho más cercano. Sabemos que es difícil trasladar lo vivido allí a la realidad de España. Pero no cabe duda de que nuestra mente se ha abierto mucho más, hemos comprobado que con menos cosas se puede ser feliz, que quien tiene menos sabe compartir lo poco que tiene, que el valor de la amistad y la acogida son fundamentales. Nos falta ahora pararnos, reflexionar y asimilar lo que hemos vivido. Pero creo que nuestra visión del mundo va a cambiar….
Luis, uno de los voluntarios que ya había estado en Panamá en otra ocasión, me decía que esta vez la experiencia había sido más pastoral, sin dejar de ser social. Nos hemos sentido de verdad mensajeros de la Palabra de Dios. Creo recoger el sentimiento de todos los voluntarios al resumirlo todo en una palabra: “Gracias”, a toda la comunidad religiosa de Tolé por ser como sois. Queremos hacer realidad en nosotros el deseo de ser bienaventurados por “dar sin recordar y recibir sin olvidar”. Nunca olvidaremos todo lo que nos habéis regalado estos días.
P. José María Martín y Voluntarios