Qué significa para mí la Cuaresma

Qué significa para mí la Cuaresma

Uno de los tiempos fuertes de la liturgia, que todavía tiene arraigo en el pueblo, es la cuaresma, aunque cada vez se le involucre más como tiempo de vacaciones.

Este miércoles comenzará con “el Miércoles de Ceniza” y seguro que iremos a la imposición de la misma, pero ¿seremos conscientes de que, con él damos entrada a un tiempo nuevo de conversión, de revisión y cambio?

Por eso hoy quiero mandar una invitación a situarnos en el umbral de la cuaresma, haciéndonos presentes ante el Señor para que Él nos tome de la mano y nos introduzca en el corazón del desierto, en la aridez de la penitencia, en la perseverancia de la escucha, en la generosidad de la limosna y en la fuerza de la oración.

Hemos de tomar conciencia, de que la cuaresma no es un tiempo deprimente y triste, sino un tiempo de afirmación, de madurez, de equilibrio de revisión de vida, de fuerza de Dios. Un tiempo, por tanto, alegre y regenerador.

Y la petición para toda esta cuaresma será esta: Ven Espíritu Santo ilumina nuestro interior para que con tu luz, nos miremos por dentro y en una profunda actitud de escucha nos preguntemos:

  • ¿Qué quiere Dios de mí en esta cuaresma?

Para entrar con una actitud dócil en este tiempo tan privilegiado, lo primero que haremos, será:

Recibir la Ceniza con humildad.

Nos acercamos al Señor porque nos sentimos necesitados de conversión, de perdón; necesitamos ponernos en camino hacia la Casa del Padre; necesitamos romper todo lo que nos ata y, vacíos de todo, echarnos en sus brazos.

El signo de todo ello:

La imposición de la ceniza.

Que nos conducen a la interioridad con estas hermosas palabras: 

Conviértete y cree en el evangelio.

Aunque, de tanto escucharlas no sé si realmente, nos dicen algo en este momento. Por eso este año quiero invitaros a concretar esos lugares de conversión que nos afectan a todos.

El corazón. No intentemos cambiar solamente lo externo, que a veces es fácil, lo importante es cambiar nuestra vida interior. Porque es en los cimientos -en aquello que no se ve- donde se sustenta la grandeza, el peso y la belleza de un edificio. De ahí que sea importante preguntarnos:

  • ¿Dónde tenemos el corazón?
  • ¿Hacia dónde está inclinado?

El pensamiento. Es verdad que nosotros pensamos en el Señor, que necesitamos estar a su lado que queremos comprometernos con Él. Pero la vida es complicada, tira de nosotros hacia otro lado y cuando nos situamos ante nuestra realidad, tenemos tanto ajetreo que pensamos en todo menos en Dios.

A pesar de todo, ante nosotros se presenta una nueva cuaresma, un tiempo privilegiado para darnos un toque de atención invitándonos a volver el pensamiento hacia el Señor que tanto nos ama.

Por eso en esta cuaresma trataremos de convertir nuestro pensamiento preguntándonos de vez en cuando:

  • ¿En qué pienso?
  • Porque nuestro pensamiento nos dice hacia dónde va nuestra vida.

La oración. Nosotros somos personas de oración pero no siempre la oración busca a Dios y a los hermanos.

Por eso necesitamos también convertir y purificar nuestra oración.

Nuestra oración tiene que ser la oración del pobre, como la de María:

Señor: que se haga todo cómo Tú quieres.

La oración ha de hacernos canales que suministremos esa agua viva, que Cristo nos da, a los demás. Pero para hacerlo tendremos que ir al manantial a buscarla, tendremos que llegar al manantial de Dios donde el agua siempre es fresca y jamás se agota.

Por eso la oración nos ayudará a ser manantiales: que no sólo retengamos lo recibido, sino que lo ofrezcamos.

De ahí la importancia de la relación con Dios. Por eso ahora podemos preguntarnos. Y yo que hago oración:

  • ¿Soy manantial para los demás, o retengo todo para mí solo?

Las actitudes. Ayuno, limosna y oración son las tres actitudes que hemos de potenciar en nuestro camino hacia la Pascua. El derroche, lejos de saciar la felicidad, acrecienta la injusticia. La tacañería, lejos de producir satisfacción, nos aleja del espíritu del evangelio y la ausencia de oración nos deja huérfanos, sin la fuerza que viene de lo alto.

Cada año recordamos todo esto pero:

  • ¿Cómo influyen en mi vida?
  • ¿Realmente, tienen un significado especial a la hora de vivir mi   cuaresma?

La familia. Posiblemente algo que necesita conversión sea nuestra vida de familia. Porque es verdad que tomar una opción a solas quizá resulte más fácil, pero tomarla cuando somos varios la cosa ya no resulta tan cómoda.

¿Cómo vivir la realidad de la cuaresma unos hijos que trabajan horas y horas en un ambiente hostil a lo religioso?

¿Cómo rezar juntos si cada uno vive su realidad?

¿Cómo pensar en lo que encierra este tiempo si solamente se habla de coger las mejores vacaciones para Semana Santa?

Con inmensa tristeza quizá lo único que podamos hacer es poner ante el Señor a todas las familias, empezando por la nuestra.

  • Hagámoslo en este tiempo de oración.

Y digámosle al Señor.

Señor, cambia mi corazón, conviérteme, sáname,

tócame con tu gracia

y dame un corazón que sea capaz de amar.

Julia Merodio