Esperar al Espíritu con María

Esperar al Espíritu con María

Si hay una celebración en la Iglesia que una a los cristianos de forma singular es: PENTECOSTÉS. ¿Quién puede decir que no necesita al Espíritu?

El mundo de hoy, la familia de hoy, las instituciones, la Iglesia… no necesitan más normas, ni más tratados, ni más leyes… lo que necesitan, con urgencia, es recibir: El Espíritu Santo. Porque todos necesitamos:

  • La sabiduría de Dios, que nos ayude a discernir.
  • La fuerza de Dios, que nos dé valentía para vivir con autenticidad.
  • Y la verdad de Dios, que nos

libre de la falsedad –y las verdades “a medias”–, que tanto dolor producen a nuestro mundo.

Por eso, este año, –como los apóstoles– vamos a recibir al Espíritu Santo en oración con María; diciéndole al Señor, con toda la iglesia que recita la Secuencia de Pentecostés:

“Ven Espíritu Divino,

Riega la tierra en sequía,

y sana el corazón enfermo

Riega la tierra en sequía, Señor:

Porque necesitamos agua. Necesitamos el agua de la gracia que riegue nuestra tierra para que dé fruto. Pero sin olvidarnos de que hay otra sequía y otra sequedad:

La sequedad del corazón. Esa sequía que produce:

  • La indiferencia.
  • El individualismo.
  • El egoísmo.
  • La intolerancia…

De ahí que, nuestra oración de hoy sea de súplica, para decirle  al Señor:

Danos tu agua, Señor. Danos el agua que purifique y limpie el corazón, el agua que nos sane y nos haga capaces de caer en la cuenta de cómo llega hasta nosotros “el poder del pecado” cuando nos negamos a recibir Tu Aliento.

EN ORACIÓN CON MARÍA

Estamos a finales de Mayo y no sería, de hijos agradecidos el olvidarnos de nuestra Madre, de recordar que, antes de recibir los apóstoles el Espíritu Santo ya lo había recibido ella –esa criatura especial llamada María– Y es que, así se lo dijo el Ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y Así fue. Es impresionante pensar que, la efusión del Espíritu hubiera sido imposible sin el SÍ de María. ¡Qué despliegue de realidades encierra el misterio de Dios!

  • ¿He sabido agradecer a María tan singular DON?

María era un ser totalmente pobre, pero lleno de las riquezas de Dios, por eso nos vamos a ponernos a su lado con sencillez, sin rodeos, desde la verdad de nuestro corazón, para decirle al Señor, –como hemos aprendido de ella– ¡Henos aquí!

Haz que el Espíritu Santo descienda hoy sobre cada ser humano porque el mundo necesita entrar en el Reino de las Bienaventuranzas, con más urgencia que nunca.

         Ayúdanos a, estar disponibles como la Madre, para que el Espíritu Santo pueda obrar también en nosotros maravillas.

Ayúdanos a que, –lo mismo que hizo Ella– escuchemos, sin desfallecer, la llamada de Dios. Pues… ¡Cómo cambiaría nuestra vida si fuésemos capaces de interiorizar esta grandeza!

Ayúdanos, a no olvidar nunca que, siempre ha hecho el Espíritu Santo, su aparición silenciosa, en los grandes acontecimientos de la Historia, en los momentos decisivos de la humanidad.

Por eso en este momento, nuestros esquemas empiezan ya a cambiar. Pentecostés ya no es algo momentáneo. Pentecostés comienza el día en que los apóstoles se encuentran con Jesús y sigue abierto a toda la humanidad, aunque en realidad diera comienzo al chocar, la terrible muerte de Jesús con la inmensa Luz de la Resurrección. Hecho que culminaría al cumplirse lo que Jesús había dicho: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo”

CONTEMPLACIÓN

Ahora, en profundo silencio. Nos situamos en el Cenáculo junto a María. Tomamos conciencia de que algo nuevo acababa de nacer.

De cómo los discípulos han caído en la cuenta de que todo el que está en Cristo es una criatura nueva. De cómo lo mismo que Cristo, al resucitar ha llegado a la plenitud; nosotros, por medio del Espíritu estamos llamados a hacer vida de personas resucitadas y renovadas, que caminan hacia la plenitud.

En silencio vamos viendo, como por la gracia de Cristo Resucitado, nos vamos introduciendo en esa vida nueva que Él fue trasmitiendo a los suyos de una manera callada y sencilla.

Vamos observando sus acciones. Viendo cómo Jesús se limitaba a poner bien lo que estaba mal, a curar lo que estaba enfermo, a suavizar lo que parecía escabroso…

Cómo, su presencia era suficiente para infundir, a los suyos: fortaleza, gozo, paz, calidez, luz…

Sigamos orando; no tengamos prisa, esperemos que cale, que llegue dentro… Y cuando nos sintamos inundados del amor de Dios repitamos quedamente:

“Ven Espíritu Divino,

manda tu Luz desde el Cielo…”

Julia Merodio