Ha sido una experiencia inolvidable. Un sentimiento que no se puede describir fácilmente con palabras. Me dispongo a escribir unas palabras de lo vivido en la JMJ.
El primer día al montarme en el bus fue el momento en el que realmente sentí que iba a la JMJ. Saludas a la gente y empiezas a conocer a los de alrededor. Pasamos muchas horas en el bus, incluidas dos noches. El primer día paramos en Basilea, una ciudad muy bonita en la que celebramos la Eucaristía. En la homilía, el Padre Alejandro Vicente me dejó impresionado porque dijo que en esta peregrinación debíamos hacer tres cosas: primera, conocernos todos al terminar el viaje, –cosa que yo pensé: “estaba loco”, como mucho conocería a los chavales con los que yo iba y poco más–; segunda, aumentar nuestra relación con Dios, en esto, sí pensé que podía realizarlo…; y en tercer lugar, conocernos mejor a nosotros mismos, algo que me resultó muy impactante, ya que en esta peregrinación yo creía que me conocía perfectamente y que eran los demás los que no sabían lo que querían o los que nos sabían qué hacer con su vida… Pero todas estas cosas que pensaba se desbarataron por completo…, conocí a todas las personas que íbamos juntos en la peregrinación agustiniana; aumentó muchísimo mi relación con Dios; y por último me he conocido mucho más a mí mismo.
El día siguiente paramos en Brno, nos duchamos y celebramos una Eucaristía con todos los Agustinos que habían estado en el Haye y la celebró el General de los Agustinos, P. Alejandro Moral. Continuamos el viaje dirección Polonia. Finalmente llegamos a Sucha Beskidzka que fue el pueblo en el que dormimos. Nos acoplamos y nos dieron las primeras indicaciones.
El día siguiente fuimos a Auschwitz, me disgustó el no poder verlo tal y cómo es en realidad. Fueron momentos de mucho silencio y reflexión. Pensé en todo lo que habían podido pasar esas personas en ese lugar. Es un lugar que te deja mudo por instantes. Por la tarde estuvimos en el pueblo descansando y dando un paseo tranquilamente. Fuimos varios a una cafetería y estuvimos cantando, algo que resultó muy divertido. Por la noche tuvimos una oración que me gustó muchísimo. Empezamos a poner sentimientos e impresiones en común y me metí profundamente en la peregrinación. Sentí a Dios muy cerca de mí.
A la mañana siguiente fuimos a Cracovia, dimos un paseo por toda la ciudad con un guía y paseamos las calles de Cracovia. Fueron momentos muy divertidos porque cada uno cantaba canciones de su país y fue muy bonito estar cada uno con sus banderas y con un sentimiento de fraternidad tremendo. En el tren de vuelta conocí a dos chicas Polacas muy majas y aunque parezca mentira en muy pocos días ya conocía a muchos compañeros de viaje. Por la noche tuvimos una pequeña oración y nos fuimos a descansar.
Ya era jueves y comenzaban los días grandes en los que el Papa se reunía con nosotros. Por la mañana estuvimos en una zona donde estaban varias organizaciones religiosas presentando los diferentes proyectos que tienen en todos los países del mundo. Por la tarde fuimos a Blonia a la primera oración con el Papa. Estaba lloviendo y la llegada fue tremenda con tanta gente y con mucha emoción. Llegó el Papa, dejó de llover y empezó el acto de inauguración. En ese momento el Papa habló a los jóvenes, en esta homilía, Francisco llegó a muchísimas personas y muchas de ellas lloraban de emoción tras esas palabras. Yo lloré, fue un mensaje que me llegó mucho al corazón y que hizo que recordara mucho a mi abuelo, algo que me llenó de emoción. Tras finalizar el acto, fuimos de vuelta al pueblo tras una larga caminata y varias horas de tren.
El viernes decidieron que nos quedábamos descansando en el pueblo, fuimos a la Eucaristía por la mañana y por la tarde al vía crucis. Fue muy bonito, pero no lo viví de la misma manera ya que estábamos viéndolo en una pantalla y no me llegó tanto al corazón. Por la noche nos dieron algunas indicaciones y nos fuimos a dormir.
El sábado ya nos fuimos en bus al Campus Misericordie. Tuvimos que andar unos tres kilómetros hasta el lugar que teníamos asignado. El paseo me costó un poco porque estaba con mucho dolor de espalda y me tuvieron que llevar la mochila y la comida. Una vez llegamos al campus hicimos una tienda de campaña para resguardarnos del sol. Pasamos allí todo el día hablando y divirtiéndonos. Por la tarde llegó el Papa y tuvimos la Vigila. Para mí, este fue el momento más emotivo de toda la peregrinación y uno de los más importantes en mi vida. Hablaron tres personas de su experiencia de fe. La primera de ellas me llegó muchísimo ya que contaba cómo se había dado cuenta de que había incumplido todos los mandamientos y no sólo eso, si no que el día que se confesó fue el de la misericordia, en la hora de la misericordia… Después las palabras del Papa me animaron a no quedarme sentado y a luchar por aquello que quiero en mi vida. Hubo un momento espectacular en el cual el Papa pidió que nos diéramos las manos y que rezáramos todos juntos en silencio. Más de tres millones de personas en silencio rezando por un mismo fin, este momento es indescriptible. Otro momento precioso fue la adoración al Santísimo. Todos los peregrinos orando en silencio sujetando una vela cada uno. Recé por todos mis seres queridos, familiares, amigos y gente muy especial para mí. Pero en el momento en que se rezó por los enfermos me derrumbé y noté que Dios estaba conmigo para ayudarme, sentí cómo me decía, tranquilo que todo va a ir bien. Tras estos momentos de oración, cenamos y después me reuní con todos los jóvenes que fuimos de la Parroquia Santa María de la Esperanza. Quise que pusiéramos todos en común lo que habíamos sentido en esos días y creo que nos vino muy bien a muchos de nosotros. Finalmente me fui a dormir un rato.
El domingo fue el último día, nos despertamos muy pronto con el sol y con mucho calor. Estuvimos esperando con insistencia el momento de la Eucaristía. Hacia muchísimo calor y en muchos momentos hubo que refrescarse. Por fin llegó el Papa, tuvimos mucha suerte y pasó con el coche muy cerca de nuestro sitio y le pudimos ver bastante bien. Empezó la Eucaristía y tuvimos varios momentos muy bonitos y especiales, sobre todo la homilía, la consagración y el momento de dar gracias justo después de comulgar. Tras finalizar, estuvimos esperando un rato a que empezara la gente a salir poco a poco y empezó a diluviar. Finalmente empezamos a andar camino del autobús. Yo estaba bastante nervioso, porque tenía que coger un tren por la noche y estaba bastante lejos de la estación y pensaba que no me iba a dar tiempo. Llegamos a la gasolinera, me despedí de todos los amigos, llegó el bus y cogí la mochila para ponerme en camino a la estación. Llovía mucho y los policías me mandaron a una estación de tren cercana que decían que estaba abierta. En el camino me encontré a una familia polaca y fuimos hablando un poco. Camino de la estación paró una señora para llevarnos a la estación de tren porque llovía muchísimo. Pero al llegar a la estación, nos encontramos con que estaba llena, cerrada y sobre todo que no había trenes que fueran al centro de Cracovia por seguridad. En ese momento me preocupé mucho y me dispuse a intentar buscar opciones para poder llegar a Cracovia. Primero hablé con una chica, pero no hubo suerte, por lo que fui a la casa de al lado y me encontré de nuevo con la familia polaca. Intentaron llamar a varios taxis sin éxito, pero no se quedaron allí, fueron a la casa de al lado y consiguieron que un coche nos acercara al centro de Cracovia. Fue un momento de alivio para mí. Esta familia puso todo su empeño para conseguir que yo no perdiera el tren. Pagaron al señor y fuimos a coger un tranvía. Allí hablaron con otra señora para conseguir saber qué tranvía era el que teníamos que coger. Le explicaron cuál era la situación y hablaron con ella para que cuando ellos se bajaran, ella me indicara dónde tenía que bajarme. Les di las gracias y les dije que me habían salvado la vida. Creo que hay gente especial en esta vida, y ésta familia es una de ellas. Finalmente llegué al tren y pude relajarme. Me monté en él y terminó la JMJ para mí e inicié un nuevo viaje por Europa con mi familia.
Ha sido realmente la experiencia que más me ha impresionado e influido en mi vida. Sin lugar a dudas, es algo que se lo recomiendo a todo el mundo y que ha hecho que estos días me ayuden muchísimo en mi vida, al finalizar el viaje, me doy cuenta de que aquella homilía del Padre Alejandro era totalmente cierta y se ha cumplido todo, he conocido a todos los compañeros con los que viajaba, ha aumentado mucho mi relación con Dios y me he conocido más y mejor.
Sólo puedo terminar dándole las gracias a Dios por todo lo que ha hecho conmigo en estos días.
Jaime Fuentes Sanz