Tenía preparada la oración –que dirijo los martes–, cuando al poner la fecha me encuentro que estamos a 14 de Febrero y –como todos los medios de comunicación nos recuerdan– es el día de S. Valentín, día de los enamorados. Me quedé parada. ¡Tantos años escribiendo y nunca me había detenido a escribir sobre este tema! Pensé en S. Valentín y me di cuenta de que, si hay algo de gran valor que anide en el corazón de todos los santos, es el amor.
Sin embargo ¿por qué entre todos ellos es S. Valentín el patrono de los enamorados, si además S. Valentín lejos de estar casado, era sacerdote de Jesucristo? Pues porque –como todos los demás santos– estaba tan enamorado del Señor, que no le importaba arriesgar su vida por Él. Y precisamente él lo hacía para defender el Sacramento del Matrimonio, casando cristianamente a las parejas durante el tiempo de persecución. Pero, como a todo el que arriesga su vida por el Señor, le costó caro; terminó dando la suya en el martirio, como máxima manifestación de amor a Cristo.
Por eso es realmente triste que, algo de tan alto precio se haya convertido en “regalitos”, consumo, derroche y parafernalia, sin que vaya más allá de todo eso. Pero aquí estamos nosotros, los que hemos optado por Cristo, los que oramos, los que nos decimos adoradores ¿o nos da pudor usar esa palabra? Los enamorados del señor, ¿enamorados? ¿Seguro? Quizá todavía no. Pero no importa, vamos a pedir con fuerza al Señor que nos ayude a enamorarnos de Él, como Él está enamorado de nosotros, porque nos hayamos dado cuenta de ello o no, Dios está enamorado de nosotros. Y no lo digo yo lo dice Él. Lo leemos en Isaías:
Eres precioso a mis ojos y te amo.
Llevo tatuado tu nombre en la palma de mi mano.
No temas, eres mío.
Yo te he redimido, te he llamado por tu nombre.
Por eso, cuando pases por el agua, yo estaré contigo.
Y los ríos no te anegarán.
Y si pasas por el fuego no te quemará, ni la llama te abrasará.
Porque, yo soy tu Dios, tu salvador, el que te rescaté.
¿Creéis que hoy algún enamorado, podrá decir palabras tan bellas y sinceras a esa persona de la que dice amar por encima de todo? Pues este es nuestro Dios, del que estamos, o deberíamos estar enamorados.
- Pero, un enamorado no es el que va algún día de la semana a la iglesia, a pasar un rato con el Señor porque no tiene otra cosa que hacer.
- Un enamorado del Señor, es el que va cada día a regalarle al “Señor del tiempo”, no el tiempo que le sobra sino el que le falta.
- Un enamorado del Señor, es el que se sienta junto al Señor para que Él le haga, como Él quiere que sea.
- Un enamorado del Señor, no es el que se refugia en la oración huyendo del mundo, sino el que ora para comprometerse con él.
- Un enamorado del Señor es, el que es capaz de perdonar, de respetar, de solidarizarse, de aceptar a todos en la diversidad.
- Un enamorado del Señor, es el que sabe ver en los hermanos un sacramento, un signo de la presencia de Dios; pero no sólo en algunos, sino en todos y está atento para no profanar nunca ese templo donde habita Él, ni con gestos ni con palabras.
- Un enamorado del Señor, no es el que puede mostrar las durezas de sus rodillas por el tiempo que ha estado arrodillado, sino el que es capaz de demostrar que han desaparecido de su corazón las durezas de su indiferencia, de su indecisión, de su intolerancia, de su egoísmo.
- Un enamorado del Señor no es el que simplemente tiene las manos juntas, sino el que las tiene abiertas para dar, tendidas para ayudar, arremangadas para servir. Pero además sabe juntarlas para alabar y dar gracias.
- Un enamorado del Señor es el que hace de su vida un evangelio, pues muchos será el único evangelio que leerán en la suya.
Todo esto, no es algo bonito de escuchar. Hemos de llevarlo a nuestra vida, a nuestra casa, a nuestra realidad. Posiblemente la gente se sorprendería, si nuestro regalo del Día de S. Valentín de este año, fuese una invitación a vivir desde la gratuidad, a no hacer de la vida un negocio –te doy si me das; te quiero si me quieres; te entrego esto según lo que tú me des a cambio; porque esto es mío y esto y esto… todo “para mí”–, sino a seguir buscando el sentido más hondo de lo que Jesús quiso decirnos con eso de “Amad como yo os he amado”.
Y en los matrimonios: Qué importante sería volver a descubrir lo que Dios quería de nosotros cuando nos pensó juntos. Qué importante sería pedirle hoy a S. Valentín que nos ayudase a cuidar los detalles y esfuerzos que exige el vivir cada día el uno para el otro, en una entrega libre, enriqueciendo la personalidad individualmente y juntos viviendo para los demás. Qué importante sería que hoy nos planteásemos cómo cuidar a nuestros hijos, a nuestra familia; cómo amarlos, como acogerlos… aunque no piensen como nosotros, aunque no nos traten como nos gustaría, aunque a veces pensemos que no merecen nuestro amor… Qué importante sería que nos detuviésemos a ver las cualidades de los demás, a aceptar sus dificultades, a ver si –realmente– les damos el tiempo que necesitan, a ver si los tratamos con cariño, paciencia, atención…
Pues hoy, día de los enamorados, tiene que ser un día importante para que el Señor, nos ayude a amar de tal forma, que seamos capaces de aceptarnos como somos incompletos, limitados, con carencias de todo tipo… porque aceptar nuestros límites y los de los otros nos ayudará a evitar decepciones y nos dará fuerzas para afrontar la realidad desde el amor. Hoy tiene que ser un día para amar desde la generosidad, para tener mucho más en cuenta la realidad de los que viven a nuestro lado y para pensar que un enamorado del Señor no tiene que tener miedo a dar la vida como Él la dio.
Por eso ya, solamente nos queda agradecer a Dios, el que nos regalase su amor, el que nos amase primero, el que nos enseñase a amar y vamos a pedirle su gracia, para que todo esto se haga realidad en nosotros.
Julia Merodio