Llevamos diciendo que Cristo ha resucitado, desde que celebramos la Vigilia Pascual. Pero no habrá Pascua de Resurrección, si la Pascua no llega a nuestra vida.
Porque no habrá Pascua en mí, si mi resurrección no es también la de los hermanos. Pues Cristo, no sólo resucita la mañana de Pascua, sino cada día al resurgir el Alba. De ahí que el encuentro con Cristo Resucitado sea una experiencia que haga pasar de la muerte a la vida.
¿Creéis vosotros y creo yo, los que compartimos la vida con los demás, los que formamos una familia, los que pertenecemos a una comunidad… que cualquier acontecimiento por arduo que sea, puede pasar de la muerte a la vida? Pues si lo creemos así: ¡Alegrémonos! Porque Jesús, en este tiempo de Pascua, quiere poner la alegría en nuestro corazón para que la contagiemos al mundo.
Ya sé que muchos me diréis: que es fácil hablar de alegría cuando las cosas nos van medianamente bien; que es fácil hablar de alegría cuando todo se va desarrollando según nuestro criterio… pero ¿cómo hablar de alegría a tantas familias desoladas por la incomprensión, la ruptura, los malos tratos…? ¿Cómo hablar de alegría a tantos hogares desestructurados, a los que carecen de lo necesario, a los que viven la enfermedad o el infortunio?…
¿De qué alegría nos estás hablando?
Pues, os hablo de esa alegría que, no nace de tener todo controlado; ni de hacernos –cada uno de nosotros– el centro, para que todos los demás giren en torno a nuestros deseos.
Os hablo de la alegría que nacerá:
- Cuando yo –cada uno personalmente– sea capaz de entregar la vida para que vivan mejor los demás.
- Cuando sea capaz de compartir su gozo, sin verificar si a mí me aporta algún beneficio.
- Cuando acepte a cada uno con su realidad, sin temor a ser rechazado por no pensar como ellos.
- Cuando siembre paz y tranquilidad, aún cuando los acontecimientos sean adversos.
- Cuando sea capaz de consolar a los otros, afrontando su realidad y ayudándoles a buscar soluciones.
Porque llegar a la verdadera alegría supone: resucitar de todo lo que nos aprisiona. Saber compartir, saber liberarnos… Intentar ser personas nuevas que pueden hacer su vida separadamente, pero que se necesitan, que se reúnen, que se alegran, que se ayudan a madurar y crecer.
Llegar a la verdadera alegría supone: llegar a la certeza de saberse creado, elegido, amado… por quien nos hizo y nos tejió en el seno materno.
Llegar a la verdadera alegría supone: llegar a la certeza de que Dios es capaz de sacar fortaleza de nuestra debilidad; misericordia de nuestra humillación y fecundidad de nuestra nada…
Llegar a la verdadera alegría supone: llegar a la convicción de que Dios ha sido capaz de dejarnos contemplar la Salvación que nos ha traído Jesucristo.
Con la seguridad… de que:
Jesús ha vencido al mal y la muerte.
- Después de ponerme ante esta realidad ¿puedo decir que la Pascua ha llegado a mi vida?
- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
- ¿Lo vivo, como los apóstoles, acompañado de María?
Julia Merodio